POR FAVOR, INDIFERENCIA NO

A esta altura, ninguna persona mínimamente informada, puede desconocer que el 24 de marzo de 1976 marcó un antes y un después en la vida de nuestro país.

 

Cada uno de los lectores de esta nota, si los hay, y con mucha más razón cada uno de los ciudadanos argentinos puede tener una opinión y una composición de lugar acerca de lo acontecido.

 

Un excelente artículo del Profesor y Licenciado en Historia Sergio Robles, de ayer, relata con conocimiento de causa atrocidades que ocurrieron en Zárate.

 

Lo que Robles destaca es lo que se denomina “crueldad”, es decir, el goce por el sufrimiento que se hace padecer a otra persona.

 

Han pasado cuarenta y ocho años y, con ello, las edades de quienes fueron jóvenes y adultos de entonces son otras.

 

Y un grupo grande, muy grande, de personas que no habían nacido se han hecho cargo de las consecuencias de tan tremenda situación.

 

Los ejemplos de ejercicio de crueldad son muchos, parecen interminables.

 

Cuando pensamos en algo tan terrible no deberíamos hacer generalizaciones que supriman los horrores, sino pensar en una persona que vivió el infierno.

 

Hoy, parece estar todo en cuestionamiento desde las propias esferas oficiales.

 

Y, tal vez, no esté mal que volvamos a pensar, a construir una historia lo más completa posible con retazos de las “verdades” que cada uno sostiene.

 

Sin tapujos, sin trampas, sin ocultamientos.

 

Cuando se niega el número de desaparecidos y se lo sustituye por un número mucho menor, parece no tenerse en cuenta que ese número inferior es en sí mismo la evidencia de una aberración.

 

Aprender acerca de la inalienabilidad de los cuerpos.

 

Aprender acerca de la ilegitimitad de la privación ilegal de la libertad.

 

Aprender que ningún fin, el que fuera, justifica la utilización de medios brutales.

 

Todos tenemos distintos puntos de vista.

 

Ahora estamos dentro de un orden democrático.

 

Los puntos de vista se dirimen en el diálogo.

 

Diálogo que puede ser apasionado, enojoso y con elementos de agresividad.

 

Pero encuadrados en el diálogo.

 

Si el odio desbordara, estaríamos nuevamente en grave riesgo.

 

Nadie en particular, a esta altura de la vida, salva a la Patria.

 

Salvar a la Patria es una acción conjunta.

 

Y para ello, vale la pasión.

 

Vale el error.

 

Vale el enojo.

 

Vale la creencia.

 

Valen los ideales.

 

No vale la indiferencia.

 

Guillermo D. Rivelis