Dado que ayer fue el Día de la Sanidad, quisiera hacer, en principio, un reconocimiento emocionado a los médicos, enfermeros y todo el personal de salud que puso en riesgo su vida (hubo quienes fallecieron) para cuidarnos durante la pandemia.
Hoy, parece olvidada esa entrega, esa valentía y vocación.r
De hecho, maltratados en lo que hace a la valoración económica de sus trabajos y a las condiciones en que tienen que ejercerlos.
En segunda instancia, un intento de aporte a la Salud Mental.
El título del artículo marca una diferencia.
Es la diferencia que existe cuando nuestras acciones están guiadas por el principio del placer o cuando están atrapadas en un adictivo circuito de compulsión de repetición.
El principio del placer nos conduce a evitar lo displacentero y buscar y realizar lo que nos es placentero.
Ese es el móvil del principio de placer.
El principio del placer se continúa con el principio de realidad.
El principio de realidad encauza la búsqueda de placer, señala los caminos posibles y los caminos que se tornarían riesgosos, marca los límites necesarios de la acción, tiene en cuenta que además del placer de ahora existe un después, plantea postergaciones y rodeos necesarios en el camino hacia lo que se desea.
Las acciones compulsivas son producto del principio de compulsión.
Son acciones que pueden resultar parcial y transitoriamente placenteras, pero que llevan a una situación de perjuicio a la persona que las realiza.
El motor del principio de compulsión no es la búsqueda de placer, sino situaciones de malestar previo, vivencias de vacío que buscan compensarse de un modo por el que no se compensarán.
Dos diferencias para reconocer en la práctica y la cotidianidad:
Dado que las acciones guiadas por el principio de placer hacen contacto con la realidad, pueden dejar de hacerse para conservar la posibilidad de un placer mayor. Una persona que «juega» en el casino, por ejemplo, por placer, porque se divierte, se retira cuando su principio de realidad le dice que el dinero que le queda habiendo jugado lo va a necesitar mañana para cosas importantes (como comer) o placenteras (como ir a pasear o hacer un viaje corto).
La persona que «juega» por compulsión no puede parar. No se acerca a la realidad y sigue apostando, aun lo que precisaría el día siguiente.
La persona que consume algo por y con placer, se satisface. Logra la calma. Está feliz con lo que ha hecho, tomado, comido.
La persona que lo hace compulsivamente, no se calma, no se satisface. El «objeto (consumido) pido más objeto (a consumir)». La nicotina pide más nicotina, el alcohol pide más alcohol… Porque el motor del consumo no es la búsqueda de placer, sino una búsqueda de llenar un vacío, compensar una falta o una frustración que no va a encontrar sosiego por ese medio.
La libertad es un derecho natural.
Anterior a la constitución de cualquier Estado.
El Estado debe garantizar el ejercicio de la libertad.
Muchas veces en la historia, el Derecho a la Libertad fue conculcado.
En este caso, estamos haciendo referencia a un modo lamentablemente individual de perder un fragmento de la propia libertad.
Hay formas posibles de recuperar esa libertad y superar el sometimiento a la tendencia adictiva dirigida por la compulsión de repetición.
Guillermo D. Rivelis