Se concibe al ser humano como una unidad bio – psico – social.
Tres componentes en uno, interactuando e interinfluyéndose continuamente.
La Organización Mundial de la Salud plantea que la salud mental es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad.
Agrega que es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos.
La salud mental es, afirma, un derecho humano fundamental.
Y un elemento esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico.
La salud mental, entonces, no consiste sólo en la ausencia de síntomas, síndromes o patologías determinadas (lo cual guarda importancia en sí mismo).
Consiste, también, en la posibilidad de realización de una vida feliz, placentera, responsable y a la cual pueda atribuirse (fundamentalmente, pueda atribuir el sujeto) un sentido, un para qué, una razón de ser.
Ocurre que la vida humana, y por lo tanto su capacidad de salud mental se desarrolla en un ámbito social que, sin terceras opciones, o favorece u obstaculiza el desarrollo de salud mental.
La Organización Mundial de la Salud plantea que la exposición a circunstancias sociales, económicas, geopolíticas y ambientales desfavorables, como la pobreza, la violencia, la desigualdad, actúan negativamente respecto de la salud mental.
Y destaca factores de protección como las interacciones sociales positivas, la educación de calidad, el trabajo decente, los vecindarios seguros, la cohesión social, la vigencia de la justicia, la facilidad de transporte, un medio ambiente adecuado, la vivienda y la protección social.
Sin entrar en consideraciones sociológicas más complejas, opino que una sociedad básicamente sana es aquella que garantiza a los seres humanos que la componen condiciones básicas de humanidad.
Entre ellas:
Acceso a un trabajo que, ejercido con responsabilidad, permita una vida económicamente confortable.
Acceso a la salud.
Acceso a la educación y las producciones culturales.
Acceso a una vivienda cómoda y acogedora.
Un medio ambiente ecológicamente limpio.
Acceso al vestido adecuado.
Acceso a las producciones tecnológicas.
Posibilidad de desarrollar un pensamiento propio que pueda acordar, disentir, o acordar y disentir parcialmente con las coyunturas oficiales.
Libertad de expresión de dicho pensamiento.
Posibilidad de la vivencia y despliegue de la religiosidad y la espiritualidad.
Y, de manera muy importante, respecto de la salud social:
Resolución pacífica de conflictos.
Honestidad personal y política de los dirigentes y gobernantes.
Primacía del diálogo.
Poderes independientes en el contexto republicano.
Ética y práctica democrática.
Considero que trastornos en la salud mental, derivados de la ausencia o debilidad de estas series de condiciones que configuran salud social, no configuran “enfermedad o patología mental”.
Tales trastornos se corresponden en tal caso, de manera lógica, con la ausencia de salud social.
No es posible que un ser humano esté plenamente bien, en situación mental de bienestar y con todas sus capacidades activas si el medio social no ofrece posibilidades al despliegue de las mismas.
De ahí, que es de todos el trabajo desde distintos lugares y posiciones ideológicas destinado a la construcción de los niveles más logrados posibles de salud social.
Bregar por las mejores condiciones sociales para todos es comprometerse con el logro de las mejores condiciones de bienestar mental para cada uno de nosotros y de nuestros semejantes
Guillermo D. Rivelis