Resumen
El presente artículo hace referencia al grave problema de las guerras.
Toma como punto de partida un conmovedor reportaje realizado a Miguel Savage, soldado argentino (conscripto de diecinueve años) durante la guerra en las Islas Malvinas. Muy particularmente, destaca su definición de la guerra como “la
peor inmoralidad de la civilización” y su experiencia con soldados ingleses y la interacción con ellos terminada la guerra que hizo que se le cayera a pedazos la noción de “enemigo”. Recurre a un texto de Freud y sus conceptos respecto de las guerras y el estatuto de las Pulsiones de Vida y de Muerte y a la noción de agresividad planteada por Winnicott. Hace referencia a la noción de “heterogeneidad de lo psíquico” propuesta por el autor y a las nociones de “bien” y “mal” congruentes con la misma. Se expresa, claramente, en favor del pacifismo.
Palabras clave : Guerra, Inmoralidad, Destrucción, Pacifismo.
“…El ser humano trascendiendo la peor inmoralidad de la civilización, que es la guerra”
Es lo que expresó Miguel Savage, soldado (conscripto, a los diecinueve años) en la guerra de Malvinas, autor del libro «Malvinas, un viaje al pasado», cuando le preguntaron en un conmovedor reportaje en F.M. 89.9 Radio Con Vos qué había significado el Canberra. El Canberra es un transatlántico que, finalizada la guerra, trasladó a cuatro mil ciento setenta y dos
soldados argentinos (conscriptos en su gran mayoría) con graves problemas nutricionales y exposición al frío y a soldados ingleses (todos militares de profesión). En este reportaje se refiere al vínculo que establecieron los soldados argentinos e ingleses diciendo que: «Con respeto y curiosidad mutua, se preguntaban cómo había sido del otro lado. Era admiración
mutua porque los dos sabíamos por lo que habíamos pasado.” “Los que realmente habíamos estado matándonos veníamos respetándonos, porque nos habíamos dado cuenta que las guerras son anónimas, que cuando uno interactúa con el enemigo el concepto de enemigo se cae a pedazos.”
La civilización es una producción de los seres humanos. Y la guerra, su peor inmoralidad, también.
El ser humano trascendiendo esa peor inmoralidad es el ser humano trascendiéndose a sí mismo.
Trascender, ir más allá, sobrepasar ciertos límites.
La continua reiteración de lo mismo o similar, la convicción acerca de la imposibilidad de cambiar lo que «siempre» fue de determinada manera, la atribución a causas naturales y sobrenaturales de la existencia de algo que en realidad es una producción humana…todo eso nos limita seriamente, nos condiciona a repetir y a actuar como si nada pudiera cambiar.
Límite del ser humano, generado en su historia no en su naturaleza, trascendido por un grupo de jóvenes después de haber pasado una de las peores experiencias de la vida, consecuencia de la «peor inmoralidad de la civilización».
Enseñanza luminosa conjugada por un grupo de personas jóvenes, transmitida a nosotros por Miguel Savage.
En ¿Por qué la guerra? guerra?, carta dirigida por Sigmund Freud a Albert Einstein en septiembre de 1932, el creador del Psicoanálisis plantea la oposición entre derecho y violencia, siendo el derecho el poder de una comunidad. Escribe Freud:
“… está dado todo lo esencial: el doblegamiento de la violencia mediante el recurso de transferir el poder a una unidad mayor que se mantiene cohesionada por ligazones de sentimientos entre sus miembros (…) Las leyes de esa asociación determinan entonces la medida en que el individuo debe renunciar a la libertad personal de aplicar su fuerza como violencia, a fin de que sea posible una convivencia segura.
Y enseguida, refiere una importante dificultad:
“…la comunidad incluye desde el comienzo elementos de poder desigual, varones y mujeres, padres e hijos, y pronto, a consecuencia de la guerra y el sometimiento, vencedores y vencidos, que se transforman en amos y esclavos. Entonces el derecho de la comunidad se convierte en la expresión de las desiguales relaciones de poder que imperan en su seno; las leyes son hechas por los dominadores y para ellos, y son escasos los derechos concedidos a los sometidos.
Sabido es que Freud, en su segunda dualidad pulsional, define las Pulsiones de Vida o Eros y las Pulsiones de Muerte y afirma que todo acto psíquico es una imbricación de Eros y Pulsiones de Muerte.
En el artículo de referencia plantea, una vez más, que toda acción humana contiene componentes de ambos tipos de pulsiones y que la pulsión de muerte cuando es dirigida hacia afuera deviene en pulsión de destrucción.
Pulsión de destrucción que, de manera desembozada, sustenta las guerras.
La inclinación de los seres humanos a agredir no es, de acuerdo a la teoría freudiana, eliminable.
Escribe en el texto citado:
““…puede intentarse desviarla lo bastante para que no deba encontrar su expresión en la guerra
Y sobre el final de la carta:
“Entre los caracteres psicológicos de la cultura, dos parecen los más importantes: el fortalecimiento del intelecto, que comienza a gobernar la vida pulsional, y la interiorización de la inclinación a agredir, con todas sus consecuencias ventajosas y peligrosas. Ahora bien, la guerra contradice de la manera más flagrante las actitudes psíquicas que nos impone el proceso cultural, y por eso nos vemos precisados a sublevarnos contra ella; lisa y llanamente, no la soportamos más. La nuestra no
es una mera repulsa intelectual y afectiva: es en nosotros, los pac ifistas, una intolerancia constitucional, una idiosincrasia extrema, por así decir. Y hasta parece que los desmedros estéticos de la guerra no cuentan mucho menos para nuestra repulsa de sus crueldades.
¿Cuánto tiempo tendremos que esperar hasta que los otros también se vuelvan pacifistas? No es posible decirlo, pero acaso no sea una esperanza utópica que el influjo de esos dos factores, el de la actitud cultural y el de la justificada angustia ante los efectos de una guerra futura, haya de poner fin a las guerras en una época no lejana. Por qué caminos o rodeos, eso no podemos colegirlo.
Entretanto tenemos derecho a decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra
Nosotros los pacifistas.
Caracteres de la cultura que aún no se han instalado suficientemente.
En palabras de Donald Winnicot:
“Una de las finalidades del desarrollo de la personalidad es que el individuo pueda recurrir cada vez más a lo instintivo. Ello involucra ser capaz de reconocer cada vez más la propia crueldad y voracidad que entonces, y solo entonces, pueden ponerse al servicio de la actividad sublimada.
Solo si sabemos que el niño desea derribar la torre de ladrillos le resultará valioso que comprobemos que puede construirla .”
Escribí en Con strucción vocacional. ¿Carrera o camino?
“Somos heterogeneidad. Conformados por múltiples tendencias, atravesados y constituidos por la compleja historia de la humanidad, albergamos en nosotros, en forma de procesamiento psíquico, las vertientes, corrient es y procesos que la humanidad ha producido en su devenir. Vertientes, corrientes y procesos que constituyen la materia prima común que el procesamiento mental convierte en ideas y afectos personales Reafirmaré conceptos trabajados en otros textos, entre ellos Diálogo inteligente en la construcción de humanidad Somos seres humanos, seres complejos. Sujetos de sensibilidad, cuerpo, cultura, inteligencia, angustia, capacidad creativa. Una línea fundamental es considerar que los seres humanos, todos nosotros, estamos “hechos” con los mismos componentes. Podemos encontrar variaciones culturales muy importantes, diferencias históricas en el interior del desarrollo de cada cultura y, también, grupales y personales en cada presente. Pero hay denominadores comu nes que nos permiten identificar como “humanos” a individuos de diferentes culturas,
épocas, sectores sociales, grupos, familias.
Se trata de una identidad que nos constituye en seres de amor y también de violencia potencial o llevada a cabo. Identidad que nos confiere la posibilidad de felicidad y sufrimiento. Identidad que contiene tendencias constructivas y des constructivasconstructivas2 (destructivas, incluso).
En una cultura (la nuestra, por ejemplo) y en una época (la actual, también, por ejemplo), muchas personas trabajan y hacen para el “bien” y otras actúan des constructivamente, agresivamente respecto de los otros, usufructuando (porque suponen que es a su favor) lo que esos otros hacen, producen, realizan. La diferencia entre esas personas no es consecuenci a de estar configuradas por elementos distintos. Son otras las causas por las cuales las acciones de los seres humanos difieren en el sentido mencionado. Causas múltiples que confluyen en la conformación histórica y psíquica de un ser humano, que no ha pod ido elegir y seleccionar a muchas de ellas.
Cada ser humano, constitucionalmente, puede contener una proporción y/o distribución peculiar de los elementos que nos constituyen a todos. Pero consideramos que la diferencia fundamental entre las personas está dada:
–
por las distintas situaciones que han vivido habiendo sido partícipes o no de la elección de las mismas (son, entre muchas, situaciones que condicionan la historia y la configuración psíquica de quienes las han transitado y que no han sido elegida s por esas personas: lo vivido y vivenciado en la infancia y en la adolescencia como consecuencia de sistemas sociales inequitativos que ocasionan que muchos, muchísimos, individuos se encuentren en lugares sumamente desfavorecidos desde los cuales se torna muy difícil creer jubilosamente en el futuro; y, también, lo vivido y vivenciado por pertenecer a familias con determinadas modalidades; entre otros muchos ejemplos) y, luego.
por la decisión (más o menos explícita; incluso, más o menos consciente ) de hacer prevalecer las
2 El concepto de “tendencias des constructivas” que trabajo en textos de mi autoría no guarda relación con el
concepto de “de construcción” propuesto por Jacques Derrida.
tendencias que nos encaminan hacia el bien o las que nos conducen a producir daño.
El gran mérito de tantas personas (¡tantas!, aunque anónimas en su mayoría desde el punto de vista del reconocimiento público) no consiste en habe r nacido distintas, en tener lo que otras personas no tienen en su constitución o no tener lo que otras tienen, sino que reside en el esfuerzo constante por hacer prevalecer las tendencias constructivas, el amor, el reconocimiento del otro como semejante.
En palabras poéticas de Eladia Blázquez:
“(…) Vení… charlemos, sentate un poco. / ¡No ves que sos mi semejante! /A ver probemos, hermano loco / salvar el alma cuanto antes. / Es un asombro, tener tu hombro / y es un milagro la ternura…/ ¡Sentir tu man o fraternal! / Saber que siempre para vos… / ¡El bien es bien y el mal es mal!”
Hablar de “el bien y el mal” no es lo mismo que hablar de “buenos y malos”, como una propiedad
intrínseca a unos u otros seres humanos, ni de “fuerzas” del bien y del mal.
La lucha, la primera lucha, es de cada uno consigo mismo. Es la lucha por hacer prevalecer en nuestro interior y en nuestras acciones los componentes que conducen al “bien”.
Considero que el “bien” consiste en propender al logro de condiciones de humanidad
para todos los seres humanos, en el trabajo esforzado para que la humanidad pueda desarrollar su capacidad constructiva,
creativa, amorosa. A esto denomino construir humanidad. Esto es lo que entendiendo por proceso de humanización.
Hay seres humanos (algunos de ellos con mucho poder) excesivamente compenetrados y orientados por el valor del dinero, del poder como manera de dominar las vidas de las otras personas, de la posesión de objetos (que llegan a incluir territorios, espacios y recursos naturales co lectivamente necesarios). Supuestos privilegios que constituyen, en definitiva, fetiches sociales. Tal vez, tan compenetrados y orientados estén por estos “valores” que no alcancen a comprender que ese lugar de
“ganadores” en el sistema social los deshuman iza y no los exime del riesgo al que como humanidad estamos expuestos en tanto mantengamos y profundicemos las políticas y relaciones humanas “inhumanas”. Muchas veces, en el frenesí del poder, de la fantasía de omnipotencia (recurrente contracara del sent imiento de impotencia), del odio (expresión frecuente de la estructura paranoide) cometen hechos aberrantes. Actúan en enemistad con la humanidad en su necesario proceso de humanización, con el amor, con la vida. No es lo mismo que pensar que son “enemigos ”. La concepción amigo enemigo contiene elementos que conducen al maniqueísmo, a la hostilidad sutil o desenfrenada, al no reconocimiento de las propias tendencias destructivas.
Quienes dan rienda suelta a las pulsiones destructivas, al odio, a la viole
ncia, a la ferocidad ponen en evidencia (nos guste o no) una posibilidad de la humanidad. Así como ponen en evidencia una
posibilidad de la humanidad: tantos creadores conceptuales o prácticos que, con o sin reconocimiento público, aportan novedad a las fo rmas humanas de comprender, pensar, actuar, hacer; artistas; filósofos; científicos; tantos individuos que han dado muestras de ejemplaridad con sus acciones; personas entregadas a acompañar la vida de otros y, muchas veces, a aliviar el sufrimiento de ot ros; y millones de seres humanos que cotidiana y silenciosamente entregan lo que realizan.
Todos ellos construyen humanidad, actúan favoreciendo el proceso de humanización que tiende al descubrimiento, despliegue y consolidación de las capacidades creativas, solidarias, amorosas.
La cara, la palabra, la historia de quien hasta hace un rato era considerado enemigo…
Y «el concepto de enemigo se cae a pedazos».
¿Vale para los «fuegos cruzados» que no constituyen «guerras» en el sentido estricto y más brutal
del término?
¿Vale para mayor cantidad de personas que las que se conocieron y respetaron en el Canberra?
¿Vale para personas de todas las edades?
¿Vale para cuestiones que hacen a lo «macro», política nacional e internacional, por ejemplo?
¿Vale como punto de partida para propender a una vida sin enemigos aunque con oponentes, sin malos tratos aunque con discusiones, sin discriminaciones aunque con reconocimiento de las diferencias en el contexto de la semejanza?
El reconocimiento de la semejanza fundamental que tenemos los seres humanos permite reconocer y relativizar diferencias.
Relativizar diferencias (subordinadas a la semejanza fundamental) contribuye a que las mismas no ocupen el lugar central desplazando a la semejanza.
En Diálogo inteligente en la construcción de humanidad , relato que de niño y adolescente imaginaba con angustia que un ser inteligente, no terrestre, miraba asombrado y sin comprender cómo seres muy muy parecidos se enfrentaban entre sí en guerras y en otras situaciones violentas.
Pudieron trascenderse a sí mismas personas que habían atravesado el infierno de hielo y balas y bombas, sabiendo que muchos de quienes estaban con ellos quedaron para siempre en esas nieves entonces hostiles.
¿Podremos?
¿Podremos reconocernos como semejantes y hacer que se caiga a pedazos el concepto de enemigo?
Entiendo que el ejemplo de seres humanos que no habiendo elegido la guerra tuvieron que padecerla, y que se «encontraron» en el más pleno sentido del término, trascendiendo en conjunto «la peor inmoralidad de la civilización», nos pone en el compromiso, necesario y fundamental, de intentarlo.
George Steiner planteó con claridad:
“
Somos cómplices de lo que nos deja indiferentes
Bibliografía
Freud, S.,
¿Por qué la guerra? en Obras completas Tomo XXII , Amorrortu editores, Buenos Aires,
Rivelis, G.
G., Construcción vocacional. ¿Carrera o camino?, Noveduc, Buenos Aires, 2007.
Rivelis, G.
G., Diálogo inteligente en la construcción de humanidad , página web www.guillermorivelis.com.ar ,
2022.
Savage, M.
M., Reportaje en F.M. 89.9 Radio con Vos.
Steiner, G.
G., Lenguaje y silencio. Ensayos sobre la literatura, el lenguaje y lo inhumano , Gedisa editorial,
Colección Esquinas, Barcelona, 2013.
Winnicott, D
W., Deprivación y delincuencia , compilado por Clare Winnicott, Ray Sheoherd y Madeleinne
Davis, Argentina, Paidós, Argentina.
Artículo extraído del sitio: https://publicacionescientificas.uces.edu.ar/index.php/desvapsico/index