Un debate es un intercambio comunicacional en el que dos o más personas exponen sus ideas y opiniones respecto a uno o varios temas.
Suele suceder que el debate está coordinado por una persona que actúa como mediador, cuidando que se respeten los turnos y los tiempos de intervención de las personas que debaten.
La calidad de las argumentaciones favorecen la riqueza del debate.
Los participantes, en el momento del debate, mantienen entre sí una relación de horizontalidad, es decir, que nadie tiene autoridad sobre el otro o los otros y no tiene lugar la «apelación a la autoridad» como fundamento de las ideas y opiniones. Tales ideas y opiniones deben ser sostenidas con argumentos exclusivamente vinculados con ellas.
No se plantea la posibilidad de «ganadores» y «perdedores» en un debate, sino que se trata de la puesta en común (comunicación) de ideas y opiniones fundamentadas.
Existen varios formatos de debate, ampliamente estudiados y desarrollados por teorías de la comunicación y dinámica de grupos.
Las relaciones en los intercambios humanos pueden ser simétricos o complementarios.
Las relaciones simétricas son entre pares. En las mismas nadie tiene autoridad respecto del otro u otros. Por ejemplo, relaciones entre amigos, entre compañeros de año en una escuela.
Las relaciones complementarias son aquellas en las que una de las personas tiene autoridad sobre la otra u otras en lo que respecta a la cuestión de que se trate. Son relaciones complementarias, por ejemplo, las relaciones entre padres/madres e hijos, la relación docente y alumno.
Autoridad no significa autoritarismo. Autoridad significa responsabilidad. La persona que tiene autoridad tiene mayor responsabilidad en la construcción y desarrollo de la relación.
La relación pedagógica no es una relación entre pares. Es una relación de autoridad en el sentido señalado. Lo cual, obviamente, no es obstáculo para que sea una relación amable, abierta, en la que en un marco de respeto recíproco se pueda dialogar con libertad.
La situación difundida en medios y redes sociales entre una Profesora de Historia y sus alumnos, en mi opinión:
No constituye un acto de «adoctrinamiento». El adoctrinamiento es más elaborado y hasta más sutil. No tiene la forma de una «descarga» y habitualmente genera adhesión y no rechazo.
No constituye un debate porque la Profesora que grita y gesticula impone su voz (no sus argumentos) y ejerce un lugar de autoridad.
Constituye un acto de violencia (verbal) pedagógica.
Claro que, reitero, en mi opinión, mucho más grave aún y de inusitada violencia, además de vergonzoso, es el nombramiento como Director de una escuela de un apologista de la dictadura, que aboga por el cierre del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo y del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad.
Guillermo D. Rivelis