(Tomado de “Caracol, caracola, caracolai”, de María Teresa del Corral). (27 de febrero de 2024)
Ayer, en una nota, decidí pensar que cada ola tiene un nombre particular.
No sabía entonces que el Presidente de la Nación iba a utilizar como desmedro, como motivo de desautorización, como señal de limitación a una de esas olas.
O a una cantidad de ellas con un elemento en común.
La persona considerada sabia tiene respecto de la persona denominada ignorante mucha menos distancia en cantidad de saberes que la que existe entre ella y todo lo que existe.
Por lo tanto, con relación a todo lo que existe, todos somos ignorantes.
Aunque manejemos “al dedillo” alguna teoría compleja, por ejemplo económica.
Se están discutiendo en el país cuestiones gravísimas.
Cuestiones que pueden definir otras también sumamente graves.
Sé que pensando con mentalidad política es en esas cuestiones dónde debería centrarse el interés.
No puedo evitar que me suceda otra cosa.
Y que sea esta otra cosa mi motivo central.
Parto de la base de un país decidido por el sistema democrático de gobierno en su Constitución Nacional.
Y que ha reafirmado su decisión en sus últimos cuarenta años.
No concibo que, en ese país, el Presidente utilice el síndrome de down (en esta ocasión) para calificar a otro ser humano, intentando, de tal incoherente manera, señalar su limitación.
Manera incoherente y perversa.
Mucho podría decirse de ese Presidente: de su debilidad argumentativa, de su sería limitación intelectual y comprensiva, de su dificultad en el procesamiento de las emociones, de problemas con la propia autoestima disfrazados por un comportamiento impulsivo y habitualmente insultante, entre tantas otras cosas.
En definitiva, una ola. Y cada ola tiene un nombre particular.
Esta ola con este nombre particular utiliza como escarnio el nombre particular de otra ola u otras olas.
Ocurre que esta ola, con este nombre particular, es el Presidente de la República Argentina.
Mi posición y mi mirada, está condicionada, más que por una lógica política, por una aproximación humanista.
Por eso, y en medio de complejos asuntos que se discuten y pueden marcar el rumbo del país, creo que nuestro principal problema es que el primer mandatario sea, reitero, una ola cuyo nombre particular consiste en denostar el nombre particular de otra ola u otras olas.
El intento de escarnio dice más de quién lo produce que del nombre particular de la ola a la que supuestamente está dirigida.
Pueden sacarse de esta nota las conclusiones que los nombres particulares de las olas que me concedan el honor de leerla consideren adecuado.
Algunas de esas conclusiones habrán podido ser relativamente anticipadas y otras no por el nombre particular de la ola que esto escribe.
Esta ola con su nombre particular escribe desde una profunda preocupación y con la convicción de que un Presidente de un país no debe jamás utilizar recursos de semejante nivel de burla y discriminación perversas para tomar posición en una discusión.
Y también que un Presidente de una Nación democrática ni siquiera debería albergar en su ser semejante idea brutal.
Guillermo D. Rivelis