Y sin embargo se mueve.
Es la hipotética frase que, según la tradición, Galileo Galilei (1564 – 1642) habría pronunciado después de abjurar de la visión heliocéntrica del mundo, no admitida por la Inquisición.
Modelo heliocéntrico ya desarrollado por Copérnico (1473 – 1543), según el cual la Tierra y los otros planetas giran alrededor del Sol. Modelo, entonces, que refuta el modelo geocéntrico que consideraba a la Tierra como centro.
Nada tiene que ver lo que plantearé en estas líneas con las barbaridades e inhumanidades de la Inquisición y su brutal torpeza intelectual.
Recupero la frase que se le atribuye a Galileo Galilei porque el sadismo, la impiedad y el capricho de la Inquisición no bastaron para torcer una realidad que los seres humanos podemos estudiar pero no modificar de hecho aunque sí deformar en las teorías.
Haya querido lo que haya querido la Inquisición, eppur si muove.
El «principio de realidad» es el que nos permite reconocer y aceptar que algo no es como quisiéramos y poder pensar, entonces, formas de actuar.
Algunas de las realidades que no nos gustan pueden ser realidades naturales (como que la Tierra es la que gira alrededor del Sol y no a la inversa) y otras pueden ser realidades producidas por los seres humanos (como la pobreza).
Escuchamos promesas y declaraciones de intenciones respecto a que íbamos a tener el mejor verano que pudiéramos recordar.
Seguimos escuchando voces que se alzaban contra las vacunas en una especie de proselitismo antivacunas.
No dejamos de estar inmersos en una confrontación que desbordó el campo político, dentro del cual debió desarrollarse y mantenerse, y anegó áreas que nunca debieron haber sido invadidas.
Muy serios/as epidemiólogos/as (los/as Copérnico y Galileo Galilei de 2021, afortunadamente sin amenazas, juicios, condenas) dijeron desde el principio de la vacunación algunas cosas con total claridad. Entre ellas:
La necesidad de la vacunación masiva, única forma de ir logrando superar la pandemia.
La diferencia entre estar o no estar vacunado en caso de contraer Covid.
La posibilidad de que personas vacunadas puedan contagiarse y contagiar.
La levedad con que transitarían la situación de contagio las personas vacunadas.
La necesidad imperiosa de que en todo el globo terráqueo la gran mayoría de las personas estén vacunadas.
La seguridad de la no resolución del problema de la pandemia en ningún lugar del mundo en tanto en algún lugar del mundo la vacunación fuera nula o insuficiente.
Todos pudimos escuchar y tener acceso a esa información científicamente fundamentada.
Y la Tierra se movió.
Y se conmovió.
La inequidad y la indiferencia respecto de lo que podía pasar con los seres humanos que viven en África y otros lugares económicamente desfavorecidos del Planeta produjo consecuencias en países y lugares con mayor acceso a las vacunas.
Tal como advirtieron los epidemiólogos, el mundo volvió a enfermarse.
La variable Ómicron es sumamente contagiosa.
Esa variable y otras ocupan un mundo que no está suficientemente vacunado.
Tal como advirtieron los epidemiólogos, las vacunas se muestran eficaces.
Estadísticas mundiales revelan que la inmensa mayoría de personas internadas y con situaciones graves son personas no vacunadas o con esquemas de vacunación incompletos.
No depende de discursos. No depende de deseos. Eppur si muove.
Está «realidad» actual no es una realidad natural. Es una realidad producida por los seres humanos.
La realidad de la desigual distribución de las vacunas no es un fenómeno natural. Es un fenómeno tan social como lo son la pobreza, la contaminación ambiental y la guerra.
La realidad de encontrarnos «con sorpresa» con una nueva ola de contagios es una realidad humana que se desprende de haber desoído la realidad natural de propagación del virus y a quienes anticiparon el problema.
La realidad de la eficacia de las vacunas también es una realidad humana. Una magnífica muestra de lo que los seres humanos podemos crear y construir. Y, ciertamente, una invitación a pensar cuánto mejor nos iría a todos si pudiéramos considerarnos semejantes y actuáramos en consonancia en vez de tratarnos como enemigos, con soberbia, discriminatoriamente hacia otros.
Ahora, pienso, todos debemos vacunarnos. Por cada uno y por los otros.
Una vez más, gran parte de la responsabilidad en la resolución del problema está en nuestras manos. «Nuestras», las personas sin poder formalmente instituido y con mucho poder para hacer.
Es un compromiso y una posibilidad de intervenir en el curso de la historia y de la vida.
Estamos sabiendo que las personas vacunadas con dos dosis están protegidas contra la mayoría de las amenazas y, más aún, quienes tienen ya las tres dosis. Y estamos sabiendo también que la variable Ómicron contagia a mucha gente pero no la enferma gravemente.
Es prudente que seleccionemos bien lo que escuchamos y a lo que damos crédito. Porque hay personas y grupos que se complacen generando pánico
El pánico paraliza.
La negación de la realidad desprotege.
La toma de conciencia del problema, conociendo sus alcances y sus límites, moviliza favorablemente mecanismos de cuidado.
Y de eso se trata. Cuidarse, cuidar, cuidarnos.
Porque «eppur si muove» y necesariamente con ello convivimos.
Guillermo D. Rivelis