LA MUERTE DE LOS NO FAMOSOS

Hace ocho días, la imagen de Maradona, con toda justicia dada su inigualable calidad futbolística, recorrió el mundo y conmocionó a millones de seres humanos.

No sucederá nada parecido con la inesperada muerte del Dr. Alejandro Hakim, Jefe de Obstetricia del Hospital Ramos Mejía, reconocido y respetado médico y docente.

Son muchos, y han quedado en el anonimato, los médicos, enfermeros, trabajadores de la salud en general, muertos durante esta pandemia.

El Dr. Hakim murió donde no era necesario que estuviera. Porque la Ciudad de Buenos Aires y su Gobierno deberían reconocer para el salario de los médicos (y otros trabajadores de la salud) la cualidad de «esenciales» que les solicita para el desempeño de la labor cotidiana y extenuante que realizan.

Si el Dr. Hakim hubiera fallecido de todos modos o no, de haber estado en su lugar de trabajo, es algo que estoy muy lejos de poder responder. No sé si existe posibilidad médica y científica de saberlo. Desde el punto de vista de la Psicología y de la Psicología Social, puedo decir que tanto en el Hospital Ramos Mejía trabajando como habiéndose producido en el contexto de la marcha solicitando mejores salarios y condiciones de trabajo, su muerte hubiera ocurrido y ocurrió luchando por la salud pública. Tal vez, esta referencia que hago a las disciplinas que mencioné sea en parte un intento de consuelo ante lo que siento y pienso como tremenda injusticia. Tengo pocas dudas acerca de que el Dr. Hakim hubiera preferido hoy estar en el Hospital que durante años albergó su trabajo y también tengo pocas dudas de que en el día de hoy decidió con convicción participar de una marcha que, en definitiva, planteaba  condiciones para una mejor salud pública.

No es un Día del Médico feliz. Ya no lo era. Porque los médicos de CABA tenían que reclamar por algo por lo que jamás hubiera hecho falta que reclamaran. Porque en otras jurisdicciones, la situación no ha de ser mejor. Y porque en ese devenir falleció una persona a quienes sus seres amados y allegados extrañarán y un médico al que todos necesitábamos.

No saldrá gente a la calle, no asistirán cientos de miles de personas a su velorio en un lugar emblemático, no recorrerán el mundo su imagen, su nombre, su trayectoria y su entrega y muy pronto se diluirá este hecho luctuoso y dejará de ocupar el pequeño lugar que en la agenda pública ocupa hoy.

Honremos su persona y en la suya la de tantos otros que murieron y la de tantísimos otros que seguirán cuidándonos, comprometiéndose y brindando día a día saber, solidaridad, acompañamiento, empatía, sin pretender «salvarse» individualmente y atendiendo por igual a seres humanos independientemente de sus posiciones políticas, pertenencias religiosas, condiciones socioeconómicas de vida y tantas otras diferencias humanas. 

Entre los médicos, entre aquellos que cotidianamente se entregan al ejercicio profesional con actitud vocacional en la tan difícil situación que estamos viviendo, seguramente hay también seres humanos de religiones distintas, agnósticos, ateos, de izquierda, de derecha, de centro, de posiciones políticas no totalmente definidas, de diferentes extracciones y pertenencias sociales y económicas, entre otras tantas diferencias posibles. Todos ellos, admirables.

 

Guillermo D. Rivelis