Este artículo surgió de una conversación que mantuvimos ayer con Alejandro Bianco y así se lo explicité. Excelente persona, eximio y comprometido Médico Cirujano Gastroenterólogo, interesado y preocupado por los problemas del mundo y de Argentina, conmovido profundamente por las personas que sufren y ocupado en eso. Hace muchos años que conversamos con enriquecimiento recíproco.
No es lo mismo.
La información.
Sacarse algo de encima y «tirárselo» a otra persona.
La diversidad de opiniones.
El exhibicionismo.
«Nosotros».
Veamos.
- a) La información supone el relato de un hecho de la manera más aproximada posible al mismo.
Hoy en día, las «informaciones» circulan en los medios gráficos, televisivos, radiales y en las denominadas «redes».
El relato y la descripción de un suceso comienza con un primer acto perceptivo.
Sabemos ya hace años que la percepción no es un hecho pasivo que refleja como «copia» lo que observa.
La percepción es activa y en ella ya hay, de manera voluntaria o involuntaria, una selección.
Si tres personas, sin previa intencionalidad, observan el mismo objeto, al describirlo dirán cosas comunes que permitan identificar al objeto percibido y del cual ahora se habla y, también, dirán cosas distintas como consecuencia de la selección que han hecho (involuntariamente, por ejemplo) en el acto de percibir.
No ponemos en duda, además, que tanto los medios como quienes escriben en redes tienen intencionalidades marcadas fundamentalmente por cuestiones ideológicas y políticas cuando hacen referencia a asuntos de interés público.
Basta mirar canales de cable muy conocidos y reconocidos de muy diferentes posicionamientos políticos, a horas de la tardecita – noche para entender el peso que tales posicionamientos tienen. La manera de presentar y comentar el mismo hecho es totalmente distinta, claramente ideológicamente sesgada e, incluso, los hechos que se presentan suelen ser otros según respondan o no a tales perspectivas ideológicas y políticas.
Algunos otros medios o programas tienen intenciones de brindar información más fidedigna.
Habitualmente, la información no inventa el hecho. El hecho sucede.
- b) Hace ya varios años, quince tal vez, tendría yo unos cincuenta y cinco años, en una reunión en un lugar al aire libre, en enero, un día de mucho calor, un muchacho joven al que había visto una o dos veces, se sentó a dos metros aproximadamente de mí y mirándome de frente dijo, largando aire y con voz prolongada y quejosa: «¡Qué calor!».
Mirándolo, le dije: «Sí. Porque es verano».
Me miró desconcertado y en silencio.
A los segundos, le dije algo así: «¿Sabés que pasa? Yo en este momento tengo tanto calor como vos y además tengo sobre mí tu ‘¡qué calor!’, toda la carga negativa que sacaste de vos, tal vez liberándote, y que llegó a mí aplastándome». Nada dijo. No volvimos a hablar ese día. Tampoco volvimos a vernos.
Esto sucede en medios, personas que conducen o que van a hablar a los medios y en redes.
La pandemia, muy especialmente hasta la aparición de las vacunas, dio lugar a infinidades de «¡qué calor!».
Que van a hacer vacunas, que no las van a hacer, que si las hacen nos van a salvar, que si las hacen y nos las aplicamos nos vamos a enfermar, que la cuarentena está bien, que la cuarentena es una evidencia dictatorial, que conozco una persona que no sale de su casa y tiene covid porque se contagió de una botella a la que no le puso bien alcohol, que si en Europa y Estados Unidos está pasando «tal cosa» imagínate acá (en Argentina), que están invirtiendo bien, que no invierten nada porque se roban todo, que a la señora de la otra cuadra…
La angustia, mucha angustia, nos llevaba a este «qué calor» que aumentaba la angustia de otros.
Pero esto, si bien se incrementó, no se inició con la pandemia y tampoco menguó con la mayor tranquilidad respecto de la misma.
Los temas, antes y durante la pandemia y lo mismo ahora, también fueron y son otros.
Conductores de programas radiales y televisivos, por ejemplo, dicen cosas parecidas en su función al «qué calor». También políticos, economistas, dirigentes sociales, gremiales, empresariales.
«Descargan» una secuencia de palabras y gestos (lenguaje digital y analógico) dejando «electrizados» a personas que los ven y escuchan.
Después, parecen más tranquilos.
Y los que vemos y escuchamos tenemos calor y un «qué calor» agregado.
- c) La diversidad de opiniones es uno de los pilares de la democracia.
Y es una de las más importantes posibilidades de intercambio y aprendizaje.
Para ello se requiere diálogo, respeto, encuentro humano, escucha atenta a lo que otra persona dice y no solo para refutarlo, reflexión, apertura al cambio, ausencia de soberbia y fanatismo, entre otras cosas que podrían mencionarse.
Algunos, no muchos, espacios en medios y redes tienen estas características.
No es lo que abunda.
- d) El exhibicionismo es otra cosa que las tres anteriores.
Es posible que padres de niños tengan un intercambio en términos de discusión delante de sus hijos respecto de determinados temas, pero no respecto de otros.
Hay cosas que se dicen en determinados lugares, cosas que no, cosas que se dicen de un modo, cosas que se dicen de otro.
No hago diferencias, en este planteo, dentro del espectro político.
Incluyo a todos sus agentes (habrá excepciones), agrupaciones, frentes, partidos, grupos de interés…
También a conductores radiales y televisivos devenidos en propagandistas políticos o sectoriales.
Actores, deportistas, personas del «espectáculo»…
Opinólogos.
Abren la boca y salen palabras.
Levantan la voz.
Gesticulan.
Se muestran sumamente preocupados.
Se declaran indignados.
No limitan sus expresiones.
Se definen como «sinceros» porque dicen lo que piensan y sienten.
No reparan en los efectos.
Les importa el sujeto que dice y hace (ellos) y no el sujeto que escucha y mira (otros).
Es un borde obsceno.
Es una forma de exhibicionismo.
Y, por lo tanto, apabulla.
- e) «Nosotros». El tantas veces aludido «Nosotros» en estas notas. «Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo».
«Nosotros». No se trata de no mirar, no escuchar, no leer.
Se trata de poder diferenciar.
Se trata de poder identificar acciones e intenciones.
Se trata de profundizar nuestro pensamiento crítico.
Se trata de no dejarnos invadir.
De no dejarnos seducir por falsos profetas.
De poder afirmar y reafirmar nuestros criterios, cualquiera sea nuestra adhesión política, si la tuviéramos.
Se trata de admitir diferencias ideológicas, pero sustentando valores.
Se trata de, citando a nuestra gran Eladia Blázquez: «¡Tomar tu mano fraternal! Saber que siempre para vos… El bien es bien y el mal es mal».
Guillermo D. Rivelis