Las manipulaciones ocurren a diario.
En distintos tipos de relaciones.
Entre dos personas.
Entre grupos.
De una persona a varias o muchas otras.
De varias personas a una persona o a unas pocas.
No me refiero acá a la manipulación sobre un objeto a los fines de transformarlo en algo pensado mediante un trabajo.
Me refiero a la manipulación entre seres humanos, ejecutada por una o más de una persona para hacer que otra u otras personas haga/n lo que la/s primera/s quiere/n.
Obviamente, el beneficio es para la persona o las personas que manipula/n.
Pero quienes tienen este carácter manipulador saben cómo hacer para que la persona o personas manipulada/s crea/n que hay un beneficio para ella/s.
Para simplificar, pensemos en dos personas.
La relación puede ser de pareja, laboral, de amistad (amistad supuesta, por lo tanto) entre varias otras.
La acción manipuladora es difícilmente identificable por quien está siendo manipulado.
Esa es una de sus características.
Los pasos de la acción manipulatoria son cuatro.
El primer paso consiste en que la persona que manipula ubica clara y rápidamente cuál es «punto flojo» del otro.
Cuál es su herida, su dificultad, su carencia, su baja autoestima vinculada a eso que siente como falla.
En un segundo paso, la persona que manipula se ocupa de profundizar, de ampliar, de agrandar el problema del otro.
Logra hacerle sentir que su problema es gravísimo, que está en riesgo y que la solución debe ser urgente.
En un tercer paso, la persona que manipula convence al otro que ella es su única solución.
Que sólo ella podrá evitarle el riesgo y contener su «gravísimo» problema brindándole solución.
En un cuarto paso, entrega al otro, a cambio de mucho que el otro hace para ella, una ínfima parte de la solución.
De tal modo, la persona manipulada nunca obtiene lo que verdaderamente necesita y no tiene posibilidad de ir conservando y reuniendo partes de solución significativas como para poder elaborar su propia solución.
Y, con las mórbidas características que tiene la manipulación y, particularmente, el ser manipulado, siente que no puede irse de ese vínculo porque se ha convencido (ha sido convencido) de que en ningún otro lugar obtendrá eso (eso mínimo, escasísimo) que le «brinda» (dicho con dolorosa ironía) esa persona que lo «ayuda» (también dicho con dolorosa ironía, puesto que, en realidad, lo manipula).
Casi podemos decir que la persona que manipula ha convertido al otro en alguien con ciertas características de esclavo.
Un ejemplo, muy simple y, lamentablemente, frecuente.
Una persona no sabe leer y escribir.
No ha tenido oportunidades claras y tiene alguna dificultad para aprender.
Además del problema objetivo que ello significa y, muy especialmente, en la sociedad actual, tiene un gran dolor por ello y se siente muy desvalida.
Otra persona con características manipulatorias ha captado rápidamente el problema y, muy particularmente, las sensaciones y sentimientos de esa persona que no sabe leer y escribir.
Hablando con ella, profundiza el problema y, a lo que la otra persona ya siente, le agrega gravedad y urgencia.
Entonces, le «ofrece» que trabaje «para» ella a cambio de un sueldo (obviamente en negro y por debajo de cualquier contrato sujeto a paritaria).
El sueldo es escasísimo y los trabajos muchísimos.
Con horarios que superan la cantidad de horas que habitualmente se trabaja, con sólo una tarde sin trabajo en la semana.
La persona manipulada nunca puede (dado el bajo sueldo, si es que así se puede denominar) acumular dinero como para poder hacer otra cosa.
Y piensa que en ningún otro lugar conseguirá esa mínima cantidad de dinero.
Este tipo de vínculo, con las adaptaciones para cada situación, se da en muchas relaciones.
En relaciones laborales y en relaciones de pareja, la frecuencia es alarmante.
La propaganda política también es un ámbito en el cual suele ejercerse manipulación.
«Sólo nosotros (o yo) podemos garantizar para nuestro país que…».
Estamos en un año político.
Abramos los ojos, los oídos, los sentidos en general y nuestra posibilidad de pensar.
Estamos en una vida con seres humanos falibles.
Sepamos que la posibilidad de ser manipulados está a la vuelta de la esquina.
Guillermo D. Rivelis