EL AGRAVIO, LÍMITE AL DIÁLOGO

Un agravio es una ofensa que se hace a la honra de una persona.

 

Agravio, injuria, insulto, ofensa, afrenta, calumnia.

 

El diálogo es una de las grandes construcciones de la especie humana.

 

Dialogar es intercambiar.

 

Intercambiar palabras que transmiten sentidos.

 

A través del intercambio de palabras, los seres humanos intercambiamos conocimientos, información, opiniones, criterios, ideas, valores.

 

En filosofía se diferencian entes y valores.

 

Los entes pueden ser reales o ideales.

 

Un árbol es un ente real.

 

Un círculo es un ente ideal.

 

Los entes se demuestran.

 

Puede demostrarse que algo es (ente real) un árbol.

 

Y puede demostrarse que algo es (ente ideal) un círculo.

 

Los valores no se demuestran.

 

Los valores (éticos, estéticos, políticos, religiosos) se muestran.

 

No puedo demostrar que algo es bello.

 

Puedo mostrar qué es para mí lo bello.

 

Es muy frecuente el intercambio de valores en un diálogo.

 

Ninguno de los dialogantes podrá demostrar la mayor virtud de sus valores.

 

Podrá mostrar cuáles son sus valores.

 

Esto requiere, como condición indispensable del diálogo, el respeto hacia el otro y sus valores.

 

Puede pasar que una persona no tenga el más mínimo respeto por los valores del otro (personalmente, no respeto ni el nazismo ni el racismo como valores).

 

En tal caso, es preferible no intentar el diálogo porque seguramente en vez de diálogo habrá una sucesión de expresiones agresivas.

 

En un diálogo constituido, la descalificación implica una tergiversación de esa acción de intercambio.

 

La descalificación puede ser señalada y reconocida.

 

En tal caso, puede reorientarse el diálogo.

 

Pero el agravio, tal como queda definido, torna imposible el diálogo.

 

No es posible intercambiar palabras habiendo recibido una ofensa a la honra.

 

No es posible y además la persona agredida con el agravio no tiene por qué someterse a eso.

 

No es posible, por lo tanto, dialogar habiendo recibido una ofensa a la honra.

 

Y como no es posible, corresponde que la persona que ha recibido la ofensa anuncie su retiro de lo que ya ha dejado de ser un diálogo.

 

La persona que ha cometido el agravio se habrá constituido en la responsable (pueda o no reconocerlo) de la pérdida de esa gran posibilidad humana, que es el diálogo.

 

Guillermo D. Rivelis