La falibilidad de los seres humanos hace que alguien que en su vida ha realizado muchas cosas buenas y una o muy pocas malas merezca reconocimiento y, tal vez, un premio.
Esta afirmación tiene un límite.
Ese límite consiste en la dimensión y oportunidad de la cosa mala (o pocas cosas malas).
Consiste en la consideración respecto de cómo ha afectado a otras personas.
Afectación en términos reales y/o simbólicos.
El contexto y las circunstancias que se viven en determinado momento, la acción producida y la responsabilidad pública de quién la realiza confieren a la acción mayor o menor nivel de gravedad.
Cuando una sociedad, una comunidad, necesita urgentemente acuerdos mínimos que garanticen la convivencia democrática, se tornan especialmente significativas las acciones.
Y se tornan especialmente significativas pudiendo alcanzar el grado de irritantes y profundizadoras de divisiones polarizadas ya existentes el reconocimiento y la premiación oficiales que tienen por objeto a la persona que, con una acción pública, quebró un acuerdo explícito o implícito.
Quiebre sujeto a estimación ética y moral, con independencia de los dictados de las leyes.
Los graves problemas que aquejan a nuestro país convierten en imprescindible mínimas conciliaciones.
Conciliaciones que requieren miradas, reflexiones y acciones no fanáticas, decisión de renuncia parcial a lo propio, admisión de la posibilidad de ideas razonables y útiles en el proyecto del «otro».
Y, claro está, enmarcadas en las mejores intenciones, en propósitos y procedimientos honestos y claros y en valores democráticos compartidos.
Guillermo D. Rivelis