Una importante función de la psicología es hacernos ver y entender cómo las expectativas previas (conscientes o no) condicionan lo que percibimos y que al percibirlo estamos convencidos que «así es la realidad». Es decir, mostrar cómo lo que afirmamos que «es» la realidad, suele ser algo influido por cuestiones personales previas.
Leo un libro que me recomendó mi hijo Juan que estudia Psicología y está especialmente interesado por la psicología económica (por ejemplo, el análisis de los hábitos de consumo). El libro se titula «Pensar rápido. Pensar despacio». El autor es Daniel Kahneman, psicólogo que en el año 2002 obtuvo el Premio Nobel de Economía.
Kahneman plantea que tenemos dos formas distintas de funcionamiento psicológico, a las que denomina sistema 1 y sistema 2. Escribe: «El Sistema 1 opera de manera rápida, automática, con poco o ningún esfuerzo y sin sensación de control voluntario. El Sistema 2 centra la atención en las actividades mentales forzadas que lo demandan, incluídos los cálculos complejos (…) Las operaciones automáticas del Sistema 1 generan patrones de ideas sorprendentemente complejos, pero sólo el lento Sistema 2 puede construir pensamientos en una serie ordenada de pasos.» (p. 35).
El «pensamiento rápido», expone el autor, incluye el pensamiento intuitivo (pre – lógico) y actividades mentales puramente automáticas de percepción y memoria. El Sistema 1 produce pensamientos rápidos y el Sistema 2, pensamientos lentos.
El sistema 1 se maneja con intuiciones, prejuicios, percepciones automáticas, estereotipos… El sistema 2 es lógico, pero perezoso. Nos manejamos más con el sistema 1 que con el sistema 2.
Cuando el Sistema 2 no «revisa» (lo cual es muy habitual) las afirmaciones que hacemos a partir del Sistema 1, las mismas, aun pareciendo lógicas y obvias, no lo son y es muy probable que nos «fanaticemos» con tales afirmaciones, especialmente si otra persona no las acepta como verdaderas.
La obstinación respecto de algo de lo que estamos convencidos y la descalificación a cuestionamientos que se nos pudieran hacer indican que el Sistema 1 ha tomado la delantera y el Sistema 2 permanece «dormido».
Kahneman dirá que el Sistema 1 formula una afirmación como si fuera una conclusión y posteriormente busca argumentos que la justifiquen. Si dos personas (o grupos de personas) proceden de esta manera, se enfrentarán verbalmente, generarán violencia en tal sentido, podrán insultarse y creerán empedernidamente tener razón. ¿Puede ello evitarse? Por supuesto que sí. ¿Cómo? Por ejemplo, tomando conocimiento y siendo conscientes de esta forma habitual de pensamiento y permitiéndonos cuestionar nuestra propia idea, poniéndola en duda y admitiendo que otro u otros lo hagan.
Desde hace años existen experiencias en Psicología de la Gestalt (una teoría acerca de la percepción) en las que a dos grupos de personas se les presenta el mismo dibujo (relativamente ambiguo). A un grupo se le dice que el dibujo ilustra «tal cosa» y al otro grupo, que ilustra «tal otra». Cuando se les pregunta por los objetos que vieron en el dibujo, las personas de uno y otro grupo contestan que han visto objetos que corresponden a lo que se les dijo que verían.
La realidad no es necesariamente clara y evidente. Muy especialmente, la realidad social. Y tendemos a percibirla e interpretarla según prejuicios, convicciones previas, cosas muy escuchadas, historias personales, estereotipos, creyendo que la estamos viendo y comprendiendo tal cual es.
En otra experiencia, se trazan dos líneas rectas verticales de igual longitud. En una de ellas, a partir del extremo superior, se dibujan dos líneas oblicuas dirigidas hacia arriba (una para la derecha y la otra para la izquierda) y a partir del extremo inferior se trazan también dos líneas oblicuas orientadas hacia abajo (del mismo modo, una para la derecha y otra para la izquierda). En la otra línea se trazan desde el extremo superior dos líneas oblicuas orientadas para abajo (una para la derecha y otra para la izquierda). Y a partir del extremo inferior, se trazan dos líneas oblicuas orientadas hacia arriba (una para la derecha y otra para la izquierda). Las cuatro líneas oblicuas son de igual longitud entre sí. La percepción automática suele hacer que veamos la primera línea mencionada como «más grande», «más larga» que la segunda. Incluso, algunas personas tienen necesidad de medir con una regla las dos líneas rectas verticales para comprobar que son iguales en longitud.
Los estereotipos hacen que adjudiquemos a una persona características que «aparecen como predominantes» en el grupo al que pertenecen. También, que hagamos predicciones sin bases lógicas. Por ejemplo, suelen hacerse predicciones respecto de futuras profesiones de niños según el parecido del niño con los estereotipos culturales de las profesiones. Esto acarrea un problema si dicha «predicción» actúa como «inductora» en esa persona llegado su momento de elegir qué estudiar o a qué dedicarse. Kahneman relata la siguiente experiencia (p.18). «Un individuo fue descrito por un vecino suyo de la siguiente manera: ‘Steve es muy tímido y retraído, siempre servicial, pero poco interesado por la gente o por el mundo real. De carácter disciplinado y metódico, necesita ordenarlo y organizarlo todo, y tiene obsesión por el detalle’. ¿Es probable que Steve sea un bibliotecario o un agricultor?». Agrega el autor: «La semejanza de la personalidad de Steve con la de un bibliotecario estereotipado es algo que a todo el mundo le viene inmediatamente a la mente, pero las consideraciones estadísticas, igualmente relevantes, son casi siempre ignoradas.» Aclara, entonces, Kahneman que en Estados Unidos hay más de veinte agricultores por cada bibliotecario y que, por lo tanto, hay más probabilidades que esa persona sea agricultor y no bibliotecario. Y escribe: «Sin embargo, descubrimos que los participantes en nuestros experimentos ignoraban los datos estadísticos relevantes y confiaban exclusivamente en las semejanzas».
Es decir, que la gran mayoría de las personas que participaron de la experiencia respondieron sin tener en cuenta las estadísticas, sino los estereotipos. Una respuesta verdaderamente lógica sería contestar «No sé». Pero para decir «No sé» hay que poder «frenar» al sistema 1 y desperezarse y usar el sistema 2.
De ninguna manera, quiero transmitir en este artículo que es conveniente dejar de lado los afectos, las emociones, la pasión, ni que debería censurarse el error. Afectos, emociones, pasión son motores de la vida humana y la posibilidad del error forma parte de nuestras características. Se trata de intentar que los afectos y emociones no obnubilen y reemplacen a la razón cuando la misma es necesaria para pensar, decidir y actuar. Que el apasionamiento no se transforme en irracionalidad pasional. Y que el error, lejos de ser motivo de descalificación, sea considerado (como ya explican importantes escuelas dentro de la Psicóloga) constructivo, es decir, un momento de un proceso de aprendizaje que, al ser reconocido y analizado, permite que tal proceso vaya resolviendo obstáculos y elaborando conocimiento.
Probablemente, si los seres humanos pudiéramos comprender esta tendencia, que todos tenemos, a pensar y actuar precipitadamente basándonos en intuiciones pre – lógicas, en percepciones y memoria automáticas, en respuestas marcadas por estereotipos y pusiéramos en cuestionamiento lo que tan evidente nos parece, nos pelearíamos mucho menos. No afirmaríamos con tanta seguridad que las cosas son necesariamente como las vemos y las pensamos y podríamos acceder a un diálogo fértil y enriquecedor.
Guillermo D. Rivelis