Escribí ayer acerca de la diferencia entre placer y compulsión.
La frase del título pertenece a Baruch Spinoza, y se corresponde con la «Proposición XLV» de la cuarta parte de su libro «Ética».
Nos dice Spinoza que cuando nos esforzamos en destruir al hombre que odiamos, nos estamos esforzando en algo que es malo.
Agrega que la envidia, la irrisión, el desprecio, la ira y los restantes afectos que se remiten al odio, o nacen de él, son malos.
Escribe:
«Todo lo que apetecemos, en virtud del odio que nos afecta, es deshonesto, y en el Estado es injusto».
Estamos viviendo momentos muy difíciles.
El odio se campea en los discursos de precandidatos y de políticos de todo signo aunque esté aparentemente escondido detrás de la palabra «amor».
Nadie habla sin hacer referencia al «otro» considerado enemigo, atribuyéndole todo el odio, las malas intenciones y la incapacidad en el ejercicio de funciones.
Mientras tanto, la sangre de argentinos se sigue derramando en época de democracia.
Bajo diferentes formas.
El femicidio, una de esas aberrantes formas.
Democracia que considero el más deseable de los regímenes políticos.
Pero, en Argentina, democracia sumamente deudora en lo que respecta a la economía que muestra un potencialmente rico país con cifras espeluznantes de pobreza e indigencia.
Democracia sumamente deudora en la construcción de paz social, sin odio en la oposición de conflictos de diversa índole, sino con contención y resolución racional de conflictos.
El insulto, la descalificación, el menosprecio, entre tantas otras acciones verbales que inundan discursos, se incluyen, claramente, en lo que señala Spinoza como tendencia al odio.
El placer sin límite, aparente placer por tanto, el placer al que no se le impide el exceso, conduce a situaciones maníacas, eufóricas, contracara de la depresión y melancolía.
En estado maníaco y eufórico, una persona o un grupo de personas que cree/n estar feliz/ces está/n ,en realidad, mentalmente excitados y, por lo tanto, en riesgo.
Los dirige la compulsión, no el placer.
Pueden hacer daño.
Están impregnados de odio.
Estemos atentos.
Es una época, un año, donde vamos a ver, vestido de amor, al odio sustentado en discursos que más que dirigirse a la razón buscan activar emociones que les permitan ganar adeptos.
Nosotros somos seres de emoción, por supuesto.
Pero, muy especialmente, somos seres de razón.
Y de amor.
Tenemos en nuestras manos las herramientas necesarias para entender y diferenciar.
Guillermo D. Rivelis