Maria Montessori, médica y gran pedagoga, afirmó:
«Todo el mundo habla de la paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para la competencia y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz».
La competencia está muy bien vista, más allá del ámbito deportivo.
La competitividad tiene muy buena prensa.
Se la toma como base de la superación.
El esfuerzo individual, suele decirse, supera todo obstáculo.
El mérito individual, en congruencia con lo anterior, es el motor del progreso personal.
Sociedades marcadas por palabras como «triunfo», «éxito», «derrota», «fracaso».
Si triunfo y tengo éxito es gracias a mí, a mi talento, a mi esfuerzo.
Si padezco derrota y fracaso es culpa mía.
El «otro» sólo aparece como derrotado por mí o como habiéndome ganado.
A lo sumo, como socio.
La sociedad competitiva no va de la mano de la cooperación y la solidaridad de la que hablaba Montessori.
Puede escucharse en escuelas que el conocimiento es un «arma» para el futuro.
Un arma sirve para pelear.
Parece que algunas (o muchas) personas piensan que para vivir en estas sociedades hay que «armarse» de conocimientos y… ¿de armas?
No visualizamos generalmente la fina pero eficiente línea de continuidad entre determinados objetivos educativos («preparar para sociedades altamente competitivas») y la violencia que luego nos sorprende y nos aterra.
Son tres niveles muy distintos de competencia.
Subyacentemente vinculados entre sí.
La competencia cotidiana, en las escuelas, en el trabajo, en las conversaciones donde cada uno cuenta lo suyo, en las ganancias económicas…
La competencia entre barras (bandas, agrupamientos), ya en términos de violencia explícita, de pelea por «territorios», espacios en las calles, boliches… Han producido y producen personas heridas y muertas.
La competencia, de violencia descaradamente feroz, en las guerras.
Competencia. Competitividad.
Cooperación. Solidaridad.
En filosofía se dice que los entes (como un árbol) se demuestran. Se puede demostrar que algo es un árbol.
Y que los valores (belleza, bondad) no se demuestran, sino que se muestran.
Maria Montessori nos mostró, con su frase, sus valores.
Se trata de valores, en definitiva de ideologías.
Competencia. Competitividad.
Cooperación. Solidaridad.
Cada ser humano puede elegir.
Guillermo D. Rivelis