LO SENCILLO

Lo sencillo es un valor moral que implica falta de arrogancia, de vanidad, de ambición.

 

Las personas sencillas no hacen alarde de lo que hacen o hicieron.

 

Y nunca se muestran un peldaño por encima de los demás.

 

La persona sencilla valora lo positivo que hacen otras personas, sin envidia.

 

La persona sencilla se asombra.

 

Se acerca con cuidado y respeto a lo desconocido.

 

No pretende hablar acerca de lo que sabe que no sabe.

 

No disimula sapiencia.

 

No pretende manipular la vida de otros.

 

Tiene ideas, criterios, valores, pero no fanatismos.

 

No se subordina por “seguir la corriente”.

 

Y mucho menos se somete.

 

Piensa, elige, decide.

 

Posterga transitoriamente acciones para poder llevarlas a cabo de la mejor manera posible.

 

Considera que el poder no es un instrumento de dominación, sino una capacidad de hacer por el bien comunitario.

 

La persona sencilla no pretende liderar, pero es capaz de orientar a una persona o grupo de personas hacia objetivos beneficiosos para todos.

 

La persona sencilla no busca tener subordinados.

 

Y de ninguna manera personas sometidas.

 

Si por razones institucionales, por ejemplo, ejerce una conducción en la que otras personas tienen menor rango formal, intenta generar una acción democrática, centrada en el diálogo y no en las órdenes.

 

La persona sencilla escucha.

 

Pregunta para aprender y colabora con quien le enseña.

 

La persona sencilla construye a diario “lo sencillo”.

 

En domingo de Pascuas, y en un entorno político y social que no se caracteriza por “lo sencillo”, creo necesario resaltar este valor.

 

Y bregar por relaciones sencillas entre nosotros.

 

Relaciones que nos harán mejores personas.

 

Y más felices.

 

Guillermo D. Rivelis