Berger y Luckmann explican en «La construcción social de la realidad» el proceso histórico y social de constitución de las instituciones.
Por necesidad de un grupo social una persona (o personas) comienza a realizar una acción de manera práctica.
La repetición de estas acciones, la legitimación de las mismas y su posterior legalización dan por resultado la generación de una institución.
Dos ejemplos con sentido histórico.
Una persona (o personas) realizan la acción de intentar curar (con los medios a disposición).
Una persona (o personas) comienza a realizar la acción de transmitir conocimientos.
La repetición, legitimación y posterior legalización de tales acciones dan lugar a la creación de la institución médica y de la institución educativa respectivamente.
Consecuencia de situaciones que nos resultan insólitas, desconcertantes y sumamente preocupantes generadas por quienes son responsables de la conducción política del país (gobernantes y opositores), el sentimiento de angustia es predominante en el alma de quienes vivimos en este país.
Me refiero a la gran mayoría de quienes no integramos el 40% de pobreza e indigencia.
Quienes lo integran no están angustiados.
Están desesperados.
La angustia es un sentimiento de inquietud, muy desagradable, que tiene lugar en los seres humanos ante una posibilidad amenazante.
Es una sensación que nos hace sentir que nos podemos desintegrar, dejar de ser lo que somos.
Angustia personal.
Angustia social.
Porque su origen, en este caso, es social y ocurre en gran cantidad de personas.
La angustia hace actuar.
A veces, la acción es una especie de inacción.
A veces, el llanto.
A veces, la violencia.
A veces, la toma irreflexiva de decisiones.
Y muchas otras, pueden ser las acciones.
¿Podría llegar a pasar que la repetición, legitimación y posterior legalización de las acciones motivadas por la angustia se concretaran en la institucionalización de un Ministerio de la Angustia?
Un Ministerio que estudiara mucho el asunto e intentara generar opciones para tanta, tanta gente angustiada.
Solicito disculpas por la ironía ante una cuestión tan delicada, dolorosa y grave.
Ocurre que la ironía suele ser una sonrisa amable ante lo que es imposible o muy difícil de cambiar.
Prefiero pensar que es muy difícil, pero no imposible.
Mientras tanto una sonrisa, irónica o no.
Porque, por favor, no perdamos, incluso en una situación tan complicada, nuestro sentido del humor.
Guillermo D. Rivelis