Las noticias e imágenes que llegan de Gaza y de Israel son literalmente espantosas.
Ya están en nuestra memoria y no podemos evitarlas aunque no las miremos.
De todos modos, nos llegan con menos asiduidad.
No porque los medios televisivos pretendan cuidarnos de esa exposición.
Ocurre que en los últimos días las elecciones presidenciales han tomado la delantera.
Y, más aún, los fines y diretes, las sorpresivas alianzas, las declaraciones de unos y otros y otros y otros y…
Informantes, opinólogos, diagnosticadores de salud…
Parece que hay lugar para mucho y para muchos.
No para todo y para todos.
Hay verdades que se ocultan.
Pero, la verdad, como el agua, siempre encuentra ranuras por donde expresarse.
Luego, hay que saber decodificarla e interpretarla.
No preocuparse por nuestras «elecciones» (más bien «opciones») o no horrorizarse por lo que ocurre entre el gobierno del Estado de Israel y Hamas, con la feroz agresión a poblaciones civiles, con miles de personas muertas que incluyen niños, entre tantas otras atrocidades, sería algo así como padecer apatía.
Rollo May, excelente psicólogo existencialista estadounidense, planteaba, sobre finales del siglo XX, que lo contrario del amor no es el odio sino la apatía.
Si nos volvemos apáticos el mundo queda mucho más aún en manos perversas, enloquecidas de afán de dinero y poder.
Con muchas dificultades, con relaciones internacionales injustas en cuanto a la distribución de las vacunas, con comportamientos inmorales o inadecuados y muchos otros, la humanidad superó la pandemia.
Con todas sus falencias, la humanidad como especie sobrevivió.
Porque generó las vacunas.
Y porque la mayoría, amplia mayoría de los individuos, se comportaron de acuerdo a las medidas de cuidado correspondientes.
Pasado el momento álgido de la pandemia, o habiéndose señalado el fin de la misma, se declaran y se ponen en práctica guerras en las cuales sobrevivientes de la pandemia matan a sobrevivientes de la pandemia.
Sobrevivientes de la pandemia son asesinados por sobrevivientes de la pandemia.
Parece constituir una pesadilla.
Una pesadilla atravesada por la crueldad.
Tratemos de evitar la apatía.
Es enormemente más sano que la apatía, sentir mucho dolor.
Guillermo D. Rivelis